Mayo de 2019
Como sabemos, la igualdad es un derecho humano reconocido en el artículo 4to de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
¿Por qué es entonces, que a pesar de tratarse de un derecho humano y de los muchos avances sobre la materia en el ámbito legislativo y de política pública, lo cierto es que en nuestra sociedad persiste la desigualdad de género y la discriminación contra las mujeres?
Primero, ¿cómo sabemos que sigue existiendo desigualdad y que es por ende aún primordial hablar el tema y actuar en consecuencia?
Vemos desigualdad al apreciar las estadísticas de feminicidios, de acoso y hostigamiento sexual en los ámbitos laboral y escolar. Es notoria la desigualdad cuando en las empresas públicas y privadas, incluso cuando cada día hay más mujeres empleadas que forman parte de ellas, sin embargo se aprecia su ausencia en puestos de dirección y toma de decisiones. Cuando sigue habiendo una brecha salarial y permisos de “cuidados maternos”, no así de “cuidados paternos” cuando se trata de atender enfermedades de los familiares; pero sobre todo persiste en los hogares, al interior de las familias, donde es más difícil verla y modificarla.
¿Por qué sucede esto? Porque el machismo que genera la desigualdad que aun vivimos hoy en día es un fenómeno sociocultural, que obedece a estereotipos y roles de género que hemos venido reproduciendo de generación y generación precisamente desde el interior de las relaciones personales, en las familias.
Así pues, cuando un hogar hombre y mujer salen a trabajar para ambos desarrollarse personal y profesionalmente y a la vez lograr un mejor ingreso económico para la familia, en la mayoría de las familias mexicanas las mujeres son quienes además de cumplir con su jornada laboral regresan a casa a continuar con las labores domésticas y de cuidado de las hijas e hijos- a esto le llamamos en materia de igualdad de género “la doble jornada”. Es invisible y muchas veces desvalorada, pero esa doble jornada que día a día llevan a cabo las mujeres en nuestra comunidad, particularmente quienes son madres, torna prácticamente imposible lograr una igualdad sustantiva. Por ello la importancia de continuar impulsando acciones institucionales como las licencias de paternidad, por ejemplo, que promueven la corresponsabilidad familiar y el sano equilibrio de la vida familiar y profesional.
Y es que hablar de igualdad de género no puede ni debe ser un tema exclusivo del ámbito público, sino precisamente en el privado es donde como sociedad necesitamos impulsar los cambios culturales. En ese sentido, particularmente en este mes de mayo en que celebramos a las madres trabajadoras, le invitamos a reflexionar sobre qué estereotipos de género puedan probablemente estar permeando en su dinámica familiar, en sus relaciones personales y quizá afectando su trabajo profesional.
Recuerde, la igualdad es un derecho y hacerlo posible es responsabilidad de todos.